Serpiente del sueño (fragmento)Vonda N. McIntyre
Serpiente del sueño (fragmento)

"Sulu se quedó inmóvil, inclinado hacia delante y con una mano todavía tendida hacia la bota.
-Lo siento -dijo, incómodo, mientras sentía que la sangre le afluía a las mejillas.
Ilya se irguió, con el entrecejo fruncido, y bajó el cuchillo.
-No se preocupe -replicó-. Debería habérselo advertido. Pasé dos años en las líneas de combate, durante las escaramuzas de la frontera de Orión. -Volvió a guardar el cuchillo debajo de la almohada-. Pero, por favor, no me toque cuando esté dormido, ni se me acerque por detrás sin avisarme. ¿Me comprende? Reacciono de forma refleja y podría herirlo.
-Lo recordaré -le aseguró Sulu.
Ilya asintió con la cabeza. La túnica rusa de cuello alto y larga hasta el muslo se abría por encima del fajín, y dejaba al descubierto una cicatriz que bajaba por el pecho y le cruzaba el abdomen. Sulu no pudo evitar mirarla fijamente, e Ilya advirtió la mirada y se encogió de hombros.
-Un recuerdo -dijo, volvió a meterse en la cama y se durmió sin decir una sola palabra más.
Sulu acabó de desvestirse y se metió en su propia cama de la forma más silenciosa que pudo. Se desperezó, se frotó la nuca y cerró los ojos durante unos minutos; pero no quería dormirse todavía. Bajó el lector que estaba empotrado en la pared de forma que quedara suspendido sobre su regazo. Ni siquiera había tenido tiempo para programarlo con su voz, y de todas formas no tenía manera de hablar con una computadora cuando otra persona estaba intentando dormir en el mismo camarote. Pulsó una tecla para sacar a pantalla los esquemas de la Aerfen. Estudió durante varias horas para memorizar los planos y tomar nota de las diferencias existentes entre aquella nave y las otras del mismo escuadrón.
Mientras leía, hacía girar y girar el anillo de rubí de Mandala en torno a su dedo una y otra vez. La echaba de menos. Todavía no había comenzado a echar de menos la Enterprise, y eso lo asombraba; pero, oh, sí, echaba de menos a Mandala Flynn. Constantemente ocurrían cosas de las que quería hablarle, y continuamente pensaba: « Durante su clase de esgrima, o durante la mía de judo», o «Cuando la vea más tarde... » y luego recordaba que al menos por el momento, esos ratos, los ratos que pasaban juntos, habían terminado.
Finalmente, alrededor de casi veinticuatro horas después de subir a bordo de la nave de la capitana Hunter, se quedó profundamente dormido con la pálida luz de la pantalla de lectura reflejada sobre el rostro.
El comandante Spock descendió por el amplio corredor de la nave que ahora era la suya. No era un ser carente de ambición, pero sus ambiciones apuntaban en una dirección diferente que la de capitanear una nave cuya tripulación estaba básicamente compuesta por seres humanos a menudo incomprensibles. "



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