Las harpías en Madrid y coche de las estafas (fragmento)Alonso de Castillo Solórzano
Las harpías en Madrid y coche de las estafas (fragmento)

"Ofrecióse una fiesta en el convento de la Santísima Trinidad, cuyo templo es frecuentado de lo más grave y lucido de la Corte. Para ella les convidó a la fiesta doña Estefanía, que por ser la primera salida que hacían de aquella casa quiso ella llevarlas, para lo cual pidió coche a uno de los muchos conocidos que tenían sus hijas. Ya Feliciana y Luisa habían hecho dos hábitos al uso y tomado el modo de tocarse de las amigas vecinas; y como caía así el prendarse como el aderezarse sobre sujetos más hermosos que ellas, hacíanlas muchas ventajas.
Fueron a la fiesta y habiendo procesión por el claustro del convento, tomaron en un buen lugar, cerca de uno de los curiosos altares que había en los cuatro ángulos; estaban al paso de todos, dando tal vez rostro entero a los que con más gala y lucimiento vían.
Entre los muchos caballeros que pasaban venían cuatro, naturales de Córdoba, que pudieron ver la hermosura de las dos hermanas por haberse descubierto al pasar. Entre ellos iba don Fernando Antonio, mozo de veinte y cinco años, galán y recién heredado de dos mayorazgos, con que tenía de renta más de 14.000 ducados. Éste, pues, estaba en la Corte holgándose y haciendo la costa a los tres que le iban acompañando. Pues como viese a las sevillanas comenzaron él y sus compañeros a trabar pláticas con ellas y las amigas. Cayóle en suerte a don Fernando la hermosa doña Luisa, de cuya hermosura y discreción se pagó tanto, que desde allí adelante quedó sin libertad, perdido por ella; supo su casa, y dando lugar a que pasase la fiesta y ellas le viesen, se despidió muy contra su voluntad, porque dejaba ya su alma en poder de aquel ángel andaluz.
Bien conoció Teodora la afición del cordobés, y como ida de la presencia de su hija, informóse luego de quién era, y hallando las nuevas de él como las podía pedir, procuró que este pez no se le fuese de la red, pues tan a propósito era, si no para sustento de su comida, para que las sustentase.
Acabada la fiesta, volvieron las damas a su coche y en él fueron al Prado, donde tuvieron muy buena tarde, viendo en él todo lo más ilustre de la Corte. Reconoció el enamorado don Fernando el coche de su nuevo martelo, que andaba a caballo con sus tres amigos, y quiso al estribo galantear un rato, acabando de rematarse con la vista de su doña Luisa.
Llegó la noche y no quiso que se le pasase sin hacerles la visita, y escogiendo un amigo de los tres se fue a la posada de las damas, que no erró por las señas que de ella le habían dado. Fueron recibidos con afabilidad así de la madre como de las hijas, y de la conversación resultó aplazar otra para el siguiente día. "



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