Juana Lucero (fragmento) "Guardaba una verdadera devoción por aquella mujer a quien no conoció, figurándose, eso sí, lo que sufriera toda su vida: en su ánimo exaltado por la fiebre, sabía los padecimientos porque pasó antes de morirse... Lo mismo que ella, había dejado a su hija chica, guagua casi. ¡Pobre mujer!... La mesa empezó a levantar una pata, golpeando después rítmicamente. Contaban los golpes que correspondían a cada letra del alfabeto y así se logró coordinar una frase: "No esperes nada de él." Catalina, que había llegado a apoyarse sobre el codo, se recostó, murmurando desalentada: -Dale las gracias y agüita si viene la Tránsito. Otro día preguntaremos más. Sólo cuando salió su hija, pudo prestarle forma a la cavilación que le molestaba. ¿Habría otra vida?... ¿Era cierto esto de los espíritus?... -Durante su existencia ella rezó siempre a ese Dios lejano; pero: -¿Existe verdaderamente? ¿Por qué se cometen, entonces, tantas injusticias? ¿Por qué permite ese ser, infinitamente bueno, según el catecismo, que yo muera y para darme algo de conformidad ni a mi pequeña le concede un amparo?... " epdlp.com |