La vida interior de las plantas de interior (fragmento)Patricio Pron
La vida interior de las plantas de interior (fragmento)

"Una constatación banal que se adhiere inevitablemente al recuerdo: la peluca ha pertenecido a su madre, como todas las otras cosas. Una noche en que su madre se quedó dormida fumando en la cama y su pequeño piso en el centro de Noordwijk aan Zee se prendió fuego, la anciana despertó y consiguió salir a la calle, pero luego regresó al interior de la casa a pesar de los esfuerzos que hicieron para retenerla los vecinos que se habían reunido en la acera; hubo un momento de expectación al ver cómo la anciana se internaba en el piso en llamas y después otro de alivio: al salir por segunda vez de la vivienda, la anciana llevaba consigo la peluca, ligeramente chamuscada, que se apresuró a ponerse ante la mirada de todos.
Un tiempo antes de todo esto, antes de que la anciana recoja la peluca de un contenedor similar al que su hija abre en este momento y decida que puede serle de utilidad en algún momento, como todas esas cosas que encuentra en las calles y se lleva consigo a su pequeño piso en el centro de Noordwijk aan Zee como trozos de muñecos de peluche y géneros extraños e improbables y ovillos de lana con los que hace colchas y tapices cuando no puede dormir y cuelga en las paredes, de manera que las colchas y los tapices coloridos y disparatados parecen el contenido de una cabeza enloquecida que hubiese quedado estampado sobre una pared o la cama sobre la que un suicida se hubiera volado los sesos, una mujer se coloca la peluca y se pone de rodillas en el suelo de una habitación mal iluminada. A continuación, alguien manipula una cámara para que la mujer quede en el centro de la imagen y avanza con el zoom hasta detenerse en su rostro; un instante después, ingresa en la imagen un hombre desnudo al que no le vemos el rostro y que introduce su pene flácido en la boca de la mujer. La mujer succiona y lame y a veces mira hacia arriba, al rostro del hombre, que está fuera de encuadre, y otras veces a la cámara: en ambos casos la mirada es la misma, lo que hace suponer que la mujer mira siempre al hombre, hacia arriba al mirarlo en el presente y a la cámara cuando imagina que lo mira en el futuro, en un futuro hipotético en el que él mirará la cinta que han grabado juntos. No sabemos nada del hombre y de la mujer, excepto lo que vemos y un pensamiento que podemos conjeturar. El hombre coge a la mujer de los cabellos falsos de la peluca y empieza a atraerla hacia él; la cabeza de la mujer roza los abdominales del hombre con cada embestida y ella piensa, quizá, que su cabeza es un queso gordo y amarillo y que los abdominales de él son un rallador y que, cuando hayan acabado, el suelo estará lleno de escamas de queso; cuando él efectivamente acaba, sin embargo, la mujer mira el suelo y no ve nada, absolutamente nada. Un momento después, el hombre se dirige hacia la cámara y la apaga mientras ella se limpia el rostro con un pañuelo desechable. "



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