Los ochenta son nuestros (fragmento)Ana Diosdado
Los ochenta son nuestros (fragmento)

"Mari Ángeles. Más inolvidable no pudo ser, ¿verdad? ¿Sabes una cosa? No me hago idea de que haya pasado ya un año. Ahora mismo, juraría que fue ayer cuando quedamos en volver a encontrarnos aquí en Nochevieja. No creí que vinieras... No, de verdad que no. Mientras me traía el autobús, me iba sintiendo como una boba, me daba hasta vergüenza. ¿Qué digo si me encuentro allí con alguien? ¿Qué me manda mi madre a hacer cualquier cosa del chalé? ¡No podía decir que había quedado aquí contigo! Sobre todo porque si luego no estabas, menudo corte... ¿Sabes lo he hecho nada más bajar del autobús? Me he ido al cementerio a poner unas flores sobre la tumba de Rafa... Pobre Rafa... Todavía me cuesta creerlo... ¡Anda, que llevo un día! Esta mañana estuve oyendo una misa por mi padre. Yo normalmente no voy a misa, pero como era por mi padre... El caso es que él tampoco iba, pero si no es una misa, ¿qué vas a hacer cuando hace un año que se ha muerto tu padre? ¿Ves lo que te decía antes del tiempo? De la muerte de mi padre me parece en cambio que hiciera veinte años. Veinte años echándole de menos a todas horas, aunque haya ratos que no me acuerde de él. Y, sin embargo, pasó todo el mismo día. ¡Qué día! ¿no? Nunca pasa nada, y de pronto... (Se ríe divertida y se siente obligada a explicar.) Me río porque me estoy acordando de la cara que pusiste cuando te dije aquello: "Por favor, ¿quieres hacer el amor conmigo?" ¡Qué cara! "Por favor, ¿quieres hacer el amor conmigo?" ¡Para que alguno te hubiera hecho una foto!... ¡Qué día! Y eso que yo me perdí la mitad. Por la mañana se habían reunido aquí todos, hasta Juan. Y se habían reído la tira, con Rafa, que decía que por la noche nos iba a atacar una panda de navajeros que iban a violar a los chicos y a degollar a las chicas, y José, tronchándose, que en todo caso sería al revés, y Rafa, que no; total, que se lo habían pasado genial charlando y diciendo idioteces hasta que Laura se dio cuenta de lo tarde que era.
Laura. (Poniéndose en pie mientras consulta su reloj.) Oye, no sé si sabéis que es casi la hora de comer... La nena se larga, no sea que la echen de casa, como a otros.
José. Si va por mí, a mí no me ha echado nadie. He sido yo el que...
Cris. (Interrumpiéndole con un gesto de fastidio.) Por fin, ¿qué se decide? Todos aquí, en cuanto nos libremos de la cosa familiar, ¿val...? ¿De acuerdo?
José. Sí, pero no tardéis, que yo me voy a chupar todo el día solo.
Laura. Tú lo que tienes que hacer es ir a cenar a tu casa.
Cris. No te empeñes, que no le convencerás; es muy burro. Como se le meta una cosa en la cabeza...
José (Con intención.) Por lo visto, eso es cosa de familia. (Al ponerse todos en pie, Juan Gabriel se dirige al abeto privado, como si lo descubriera en ese momento. Se queda de espaldas a los demás, con evidente intención de que se vayan las chicas primero.)
Rafa. Entonces te subes ahora con nosotros. Aquí no te vas a quedar.
Laura (Desde la puerta.) ¿Vamos?
Juan. ¿Y esta obra de arte?
Cris (Remoloneando para no irse aún.) ¿Tú vas a bajar luego, Juan? (Rafa y Laura cambian una mirada divertida.)
Juan. ¿Qué? No sé, si no os parece que estoy de más...
Laura. Baja, hombre, baja. Necesitaremos una persona de respeto.
Juan. ¿Ya empezamos faltando?... ¿Quién lo ha pintado?
Cris. ¡Chus!
Juan. ¿Chus?
Rafa. Sí, hombre; Jesús Mari, el chico del súper, el pequeño.
Juan. ¿Ahora anda con vosotros?
José. Somos demócratas. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com