La maleta (fragmento)Sergei Dovlatov
La maleta (fragmento)

"Estuvimos hasta las once en el restaurante. El punto de votación había cerrado hacía horas. Después, cerró el restaurante. Mamá seguía acostada con dolor de cabeza. Y nosotros seguíamos paseando por el malecón Fontanka.
Yelena Borísovna me asombraba por su sumisión. Más exactamente, no se trataba de sumisión, sino de indiferencia ante los aspectos prácticos de la vida. Como si todo lo que acontecía lo hiciera en una pantalla. Había olvidado el punto de votación. Había desdeñado sus obligaciones. Y finalmente resultó que ni siquiera había votado. ¿Y todo aquello, en aras de qué? De unas relaciones confusas con una persona que escribía artículos humorísticos de poco éxito.
Por supuesto, yo tampoco voté. También desdeñé mis obligaciones ciudadanas. Pero, en general, yo era una persona algo especial. ¿Sería que nos parecíamos?
Ya llevamos veinte años casados. Veinte años de aislamiento mutuo e indiferencia ante la vida.
Sin embargo, yo tengo estímulos, objetivos, ilusiones, esperanzas. ¿Y ella? Ella tiene solamente a su hija y la indiferencia.
No recuerdo un caso en que Lena objetara o discutiera. Difícilmente haya pronunciado alguna vez un «sí» sonoro y decidido, o un «no» duro y terminante.
Su vida ha transcurrido como en la pantalla de un televisor. Cambian los encuadres, los rostros, las voces, el bien y el mal galopan uncidos al mismo carro. Pero mi amada echaba un vistazo a la pantalla y se ocupaba de asuntos más importantes...
Calculando que mi madre ya dormía, me fui a casa. Ni siquiera le dije a Yelena Borísovna que viniera conmigo. Ni siquiera la tomé de la mano. Simplemente, llegamos a casa. Eso ocurrió hace veinte años.
Durante esos años, nuestros amigos se enamoraron, se casaron y se divorciaron. Escribieron versos y novelas sobre el tema. Se mudaron de una república a otra. Cambiaron sus ocupaciones, convicciones, hábitos. Se hicieron disidentes y alcohólicos. Atentaron contra vidas ajenas o contra las suyas propias.
A nuestro alrededor surgieron y se derrumbaron estruendosamente mundos maravillosos y enigmáticos. Como cuerdas bien tensadas, se rompieron muchas relaciones humanas. Nuestros amigos renacieron y volvieron a morir en busca de la felicidad.
¿Y nosotros? A todas las tentaciones y horrores de la vida contraponíamos nuestro único don: la indiferencia. Pregunto: ¿qué puede ser más duradero que un castillo construido sobre la arena? ¿Qué es más fuerte y seguro en la vida familiar que la mutua falta de carácter? ¿Cuál puede ser el bienestar de dos estados hostiles que son incapaces de defenderse? "



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