Disidencias y coincidencias en Cuba (fragmento)Lisandro Otero
Disidencias y coincidencias en Cuba (fragmento)

"El 4 de septiembre de 1970 Salvador Allende fue elegido presidente de Chile. Pocos meses después, al tomar posesión del gobierno, una de sus primeras medidas fue restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba. Para abrir la oficina en La Habana fue designado, con el rango de Encargado de Negocios, un diplomático que laboraba en la embajada de Chile en Perú: Jorge Edwards, escritor, que había publicado una novela apenas conocida, titulada El peso de la noche.
Edwards pertenecía a la rama pobre de una familia de usureros de Valparaíso que se había enriquecido comprando tierras, por debajo de su valor, a los asustados propietarios peruanos durante la Guerra del Pacífico. La fortuna de los Edwards, acumulada con sangre de chilenos y peruanos, había conducido a su patriarca, Agustín Edwards, a ser propietario del mayor y más reaccionario periódico de Chile: El Mercurio y a asumir la Vicepresidencia de la compañía Pepsicola Internacional. El vástago de tan distinguida familia desembarcó en La Habana el 7 de diciembre de 1970, considerando que por las estrechas relaciones entre los jefes de gobierno de los países que venía a enlazar, debía recibir un tratamiento suntuoso de sultán en provincia conquistada.
Ya en el avión se exaltaba con la inminencia de la publicidad periodística, la sensación de convertirse en una gloria local, el regodeo con las atenciones especiales de los empleados de la línea aérea que le daban incorrectamente el apelativo de Embajador, la vanidad alimentada lo hacía sentirse optimista. Al bajar la escalinata de la aeronave estaba seguro de ser sometido al asedio de los periodistas, a la rueda de los saludos protocolares, ¡Oh, delicias de la celebridad! Pero, ¿qué ocurrió? Los sueños de la cucarachita Martina se deshicieron en un instante. Nadie esperaba al importante señor Edwards, ni siquiera los funcionarios de protocolo, debido a un error de información. Ahí comenzó su resentimiento contra la Revolución cubana.
La situación anterior no la he imaginado, el propio Edwards la confiesa, casi con idénticas palabras, en su libro Persona non grata, publicado inicialmente en 1973 y republicado en 1982, en una nueva versión, más inflada con nuevas obsesiones. En los casi cuatro meses que duró su estadía en La Habana, Jorge Edwards se convirtió en una pieza importante en el proceso de fabricación de Heberto Padilla. Todas sus limitaciones de clase, las barreras de sus prejuicios, los confinamientos de su percepción, se manifestaron para impedirle entender uno de los procesos históricos más importantes ocurridos en América Latina. En cambio, Edwards concentró todas sus energías en observar los detalles frívolos de los símbolos de nivel y en agasajar a quien quería convertirse en el primer disidente con diploma de este continente: Heberto Padilla.
La próxima inconformidad sobrevino con el alojamiento: fue albergado en una suite del piso dieciocho del Hotel Habana Riviera, el más lujoso de La Habana, pero esto no le pareció suficiente a Edwards. En una entrevista oficial se le prometió una casa, lo cual era perfectamente normal: Chile debía tener una residencia diplomática en La Habana. Pero el solo anuncio provocó el jubilo de Edwards y recordó: «los luminosos pronósticos de mis amigos de Chile, ¡te tratarán a cuerpo de rey, te darán una mansión con piscina en Miramar o Guanabacoa!». Nadie sabe de dónde sacó Edwards que en Guanabacoa hay casas con piscina.
A esta trascendente preocupación ya Edwards había unido otra igualmente grave y esencial: el automóvil; no un automóvil cualquiera: un Alfa Romeo 1750. El vehículo fastuoso se convirtió en una nueva alucinación. "



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