Belfast ConfettiCiarán Carson
Belfast Confetti

"De repente, mientras la manifestación avanzaba, llovían signos de exclamación, Tuercas, cerrojos, clavos, llaves de coche. Una fuente de símbolos rotos. Y la explosión
Misma –un asterisco en el mapa. Esta línea separada por guiones, un estallido
de fuego rápido…
Estaba intentando completar una frase en mi cabeza, pero seguía
tartamudeando,
Todos los callejones y calles secundarias bloqueadas con puntos y
puntos y comas.
Conozco este laberinto tan bien –las calles Balaclava, Raglan,
Inkerman, Odessa-
¿Por qué no puedo escapar? Cada movimiento tiene su puntuación. La calle Crimea.
Sin salida otra vez.
Armas, verjas. Máscaras antidisturbios. Walkie-talkies. ¿Cómo
me llamo? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? Una
descarga de signos de interrogación.
“Gallipoli” (extraído de “Breaking News”)
“Imagina las casetas y puestos del mercado de Billingsgate,
el brillo de los pescados y de los cuchillos para desescamar,
las chabolas destartaladas en una granja inglesa,
el hedor de estiércol y paja, y caballos
a medio galope en las callejuelas empedradas de Dublín;
imagina la ruinosa hacienda de un propietario irlandés,
pagodas exuberantes como un plato de porcelana china,
en el que peces vuelan a través de una mortaja y hay velas y un depósito
de barcos oxidados que pierden lastre con destino a Benarés,
en busca de cargamentos de té tan negro como el estaño;
imagina la cañería sucia de un callejón de Boulogne,
donde tiendas y casas tiemblan hasta que los tejados se tocan,
chimeneas tan altas como las de Sheffield
o torres redondas irlandesas,
echando humo como una flota de acerados destructores británicos;
imagina los soportales olientes a ajo y a orégano en Bolonia,
filigranas curvilíneas de linguinis como un zoco y pestilencia a carne podrida,
laberínticos como las fábricas de rifles de Springfield
o las inmundas cobachas que acogen a los empleados de malos patronos,
que se sientan en salones haciendo negocios mientras beben el elixir del poder;
puebla entonces esa barriada con chipriotas y turcos,
armenios y árabes, fusileros británicos
y zuevos franceses, guías y camellos, oficiales y marinos,
zapadores, mineros, esclavos nubios, cambistas griegos
y añade intérpretes que no saben el idioma;
vístelos con turbantes, con chales de imaginativo encaje,
sombreros de fieltro, fezes, fajines, camisas finas de Valenciennes,
boleros, casullas diseñadas por sastres de alquiler,
pantalones cortos de avestruz o de flamenco rosa,
sans-culottes y atuendos aún más extraños.
requisa unos cuantos mataderos para las tropas,
y puestos que venden naranjada, gaseosa y manteca rancia de cerdo,
un hospital de campaña o dos, una cárcel,
un puerto de aguas estancas infestado por el cólera,
y cloacas al aire libre que descienden por las calles;
haz que la dieta básica sea de cantalupos verdes
atiborrados de moscas y digeridos con vino amargo,
acompañada por la música
bizantina y discordante de la cítara
y los graznidos multilingües de los periquitos.
Oh, paisaje salpicado por las minas de diamantes de Kimberley,
y por todos los tugurios de Trebisonda,
donde fumadores de opio languidecen sobre alfombras persas,
y espías y putas en reservados tenuemente iluminados
debaten sobre el debilitado empuje de los poderes aliados,
donde perros vagabundos husmean en busca de casquería
tras el hedor de ciruelas y albaricoques podridos,
de los que se destila el brandy que llaman disparo de la uva,
y soldados yacen muertos o borrachos entre aplastadas flores.
Ni siquiera he comenzado a describir Gallipoli. "



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