La Saturna (fragmento)Domingo Miras
La Saturna (fragmento)

"Quevedo.- (El oscuro no es total, y se ve su silueta.) Será si tú me dejas.
Don Pablos.- (Invisible, alejándose la voz.) Ya, ya le dejo, don Francisco. Vea de tener buenos sueños.
Quevedo.- Lo que veo es que no dormiré, me duele la cabeza. Es el enfriamiento. No te vayas, Pablos. (Silencio.) Pablos, ¿estás ahí? (Silencio. Fuerte.) ¡Pablos!
(Le contesta la voz de Saturna, con un estridente alarido.)
Quevedo.- (Se incorpora asustado derribando la mesa.) ¡Voto a Dios! ¡Bien sabía yo que no dormiría!
Saturna.- (Se oye su voz, gritando.) ¿Cómo puedes pensar en dormir? ¿Cómo puedes? Si don Francisco de Quevedo se duerme, ¿quién velará? ¡Mírame! ¡Abre los ojos, si es que los tienes!
(Sobre el fondo oscuro del espacio escénico, a un nivel elevado, se ilumina repentinamente a la Saturna, ardiendo en la hoguera. Sobre la actriz en vivo, se proyectan las llamas filmadas y el humo, que la rodean y a veces la ocultan, mientras se oye un fuerte crepitar.)
Quevedo.- (Agarrándose la cabeza.) Aunque no los abriera, te viera lo mesmo... Es la fiebre que tengo, sólo fiebre y delirio... Esa lumbre, no es sino mentirosa apariencia, ilusión varia de mis sentidos, tramoya y fingimiento...
Saturna.- (Gritando.) ¡Tramoya y fingimiento, dices! ¡Ay, sí! ¡Para ti sí lo es, pero no para mí! ¡Ay, si para mí también lo fuera! Entonces, estaríamos iguales; pero no lo estamos, no. ¡No son fingidas las hogueras que a mí y a los míos nos abrasan vivos! ¡No son fingidas las torturas y las cárceles! ¡Ni el hambre y la miseria, ni el dolor y la desesperación! ¡No, no son fingidas para nosotros sino muy verdaderas! ¡Para ti sí, que sólo te las imaginas, pero nosotros las sufrimos! ¡Esa es la diferencia que va de unos a otros! ¡La maldita diferencia!
Quevedo.- También yo padezco, Saturna, créeme. Siento tus dolores en el corazón...
Saturna.- ¡Ay, yo los siento en toda mi carne! ¡Siento hervir la grasa y romperse los nervios y tendones! En el corazón no siento dolor, ahí no tengo sino odio... ¡Malditos seáis tú, y cuantos son como tú! ¡Malditos seáis todos! ¡Todos los que escribís y los que leéis, los que coméis y dormís mientras las hogueras alumbran las plazas y los gritos rompen el aire! ¡Los que sufrís fingidamente un dolor que sólo es nuestro!... Vuestro dolor de corazón no nos sirve de nada ni en nada nos ayuda, vuestra mala conciencia es cosa vuestra, no esperéis gratitud a cambio della..."



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