Las Meninas son para Barcelona (fragmento)Lluís Permanyer
Las Meninas son para Barcelona (fragmento)

"-Diga a Barcelona que Las Meninas son para Barcelona-
Palau i Fabre sintió desde muy joven el impacto de la pintura del genial artista. Todavía recuerda perfectamente la impresión que le produjo "La Vida", cuando lo vio reproducido en el primer número de la revista "Art", tenía entonces dieciséis años; a partir de aquel momento, no sólo no ha decrecido, sino que ha aumentado esta ferviente pasión despertada en sus años juveniles. Cuando apareció en él la llamada de la poesía, le dedicó varios poemas titulados "La teoría dels colors" que formaban parte del libro "Laberint".
Esta exaltación picassiana empezó a tomar cuerpo y forma a raíz de su larga estancia en París, iniciada en 1945 y que terminaría en 1961. Allí fue donde estudió a fondo la obra, conoció la interminable bibliografía, recogió directos testimonios, admiró durante largas horas y sucesivos días las telas que componían sus numerosas exposiciones y retrospectivas, y donde tuvo ocasión de conocerle personalmente en 1947, en el estudio de la rue des Grands Augustins, primera entrevista a la que seguirían seis más hasta el presente. Algunas fugaces, otras más reposadas y tranquilas -confiesa-, pero siempre reconfortantes e inolvidables.
La total dedicación de Palau i Fabre al estudio profundo y certero de la vida y la obra de Picasso ha empezado ya a dar sus frutos: en 1962 publicó "Vides de Picasso", hace sólo unas semanas "Doble assaig sobre Picasso" y es inminente la aparición de una biografía titulada "Picasso".
Hace muy pocos días que tuve ocasión de vivir con él las horas que precedieron al viaje que iba a realizar a Mougins. Sabía perfectamente lo que este reencuentro significaba para él y no era estrictamente necesario conocerle muy a fondo para advertir el nerviosismo y la impaciencia que revelaba ante tal acontecimiento.
La incierta aventura se convirtió en éxito.
Lo he conseguido, pero no me ha sido fácil. Entrevistarse con Picasso es siempre una incógnita. Tan pronto como llegué a Cannes me dirigí a Mougins, pero el portero me contestó que no estaba. Al día siguiente lo intenté de nuevo, con idéntico resultado. La tercera vez tuve la fortuna de coincidir con la llegada de su esposa: hablé con ella, le entregué mi libro y el número de teléfono del hotel para que me avisara en caso positivo. La espera fue, en verdad, angustiante. Estaba deshecho y pesimista, pero por fin tuve libre acceso. "



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