Una rosa para el invierno (fragmento)Laurie Lee
Una rosa para el invierno (fragmento)

"Era el punto culminante de la recolección y había esparcidas por los campos personas de extraordinaria luminosidad, como mariposas, trabajando solas o en grupo, y vestidas para el apogeo de la luz: camisas y pantalones azules y sombreros anchos dorados atados con telas verdes y escarlatas. Las hoces, sumergidas en el trigo, coleteaban como peces con relampagueos rítmicos de azul y plata; y a mi paso, los hombres se erguían y se resguardaban los ojos, mirándome pasar silenciosamente.
(…)
Madrid tenía aliento de león, además; algo fétido y picante, mezclado con paja y jugos podridos de carne. La propia Gran Vía tenía un rugido de león, aunque inflado, como de un animal de circo: ancha, afectada y un poco sórdida, y con dos hileras de edificios como dientes rotos.
(…)
Así es como yo lo recuerdo: bajo los tejados de terracota, una proliferación de cuevas de hielo. Con carreteros, porteros, serenos, taxistas, acicalados dandis y funcionarios regordetes dando sorbos a vinos dorados, pelando meticulosamente una gamba, hincando el diente a la carne rosada y ácida de una langosta, saboreando la salmuera viviente de mares semiolvidados, de imperios semirrecordados, mientras el oleaje de la conversación corría como el agua burbujeante bajo los cuadros enmarcados de toros y héroes."



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