Libertad (fragmento)Jonathan Franzen
Libertad (fragmento)

"Id juntos, ilustres y felices ganadores, mientras lo sois. Cambiad vuestros regocijos con compañía. Yo, vieja tórtola, iré a suspenderme de alguna rama seca y allí lamentaré hasta el fin de mis días la pérdida de mi compañero, que nunca será hallado. El cuento de invierno.
En la mente de Patty cobró forma con curiosa nitidez una especie de lista de nombres en PowerPoint ordenada de mayor a menor conforme a la bondad de cada uno de ellos, encabezada naturalmente por Walter, seguido de cerca por Jessica y, ya a cierta distancia, por Joey y Richard, y luego, muy abajo, en el sótano, en último y solitario lugar, aparecía su propio y vil nombre.
Se llevó el café a su habitación y se sentó a escuchar los sonidos de Richard mientras organizaba el material, el tintineo de los clavos al guardarlos, el ruido de las cajas de herramientas. A última hora de la mañana se atrevió a salir para preguntarle si al menos se quedaría a comer algo antes de marcharse. Él contestó con un gesto de asentimiento, aunque no de manera cordial. Ella, asustada como estaba, ni siquiera tenía ganas de llorar, así que fue a hervir unos huevos para una ensalada. Su plan o su esperanza o su fantasía, en la medida en que se permitió ser consciente de que lo tenía, era que Richard olvidase su propósito de marcharse aquel día, y poder volver ella a su estado de sonambulismo esa noche, y que al día siguiente todo fuera de nuevo agradable y tácito, y luego más sonambulismo, y luego otro día agradable, y que luego Richard cargara su pickup y regresara a Nueva York, y mucho más adelante en la vida ella recordaría los sueños asombrosos e intensos que había tenido durante unas noches en el lago Sin Nombre, y se preguntaría sin riesgo si había ocurrido algo. Este viejo plan (o esperanza, o fantasía) se había ido al garete. Su nuevo plan le exigía un denodado esfuerzo para olvidar la noche anterior y fingir que no había ocurrido.
Lo que desde luego no incluía su plan —y puede afirmarse sin riesgo alguno— es que el almuerzo quedaría a medio comer en la mesa y de pronto ella se encontraría con los vaqueros en el suelo y la entrepierna del bañador dolorosamente apartada a un lado mientras él la llevaba a embestidas hasta el éxtasis contra la pared inocentemente empapelada de la antigua sala de estar de Dorothy, a plena luz del día y estando ella tan despierta como podía estarlo un ser humano. No quedó ninguna marca en la pared, y sin embargo el punto permaneció allí, claro e inconfundible, para siempre. Era una pequeña coordenada del universo permanentemente colmada de sentido y alterada por su propia historia. "



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