Historia del zoo (fragmento) "Es usted un hombre muy amable y de una inocencia verdaderamente envidiable. Pero la vieja mamá y el viejo papá están muertos, ¿sabe? Esto me hace polvo, créame. Lo digo en serio; pero ahora, ese vodevil está de tournée por las nubes y no veo la razón de contemplarles todos monos y enmarcados. Además, o mejor, para decir las cosas claras, la vieja abandonó al viejo cuando yo tenía diez años y medio; se embarcó en una gira adúltera por nuestros estados del Sur... un viaje de un año de duración... y su compañero más constante... entre otros... entre muchos otros... fue un tal señor Baco... Al menos, eso fue lo que el viejo me dijo después de que se marchó... volvió... con su pobre cuerpo al Norte. [Así que nos quedamos solos durante un año el viejo y yo, fue un año muy interesante porque creció la relación entre los dos. Recuerdo un día en el que le dije, pero viejo, ¿por qué estás así?, ¿por qué no vamos al cine, a dar un paseo? ¿Sabe lo que me contestó? Luego] Entre Nochebuena y año Nuevo recibimos la noticia, ¿sabe?, de que la vieja había entregado su alma en un pueblucho de Alabama. Y, sin alma, ella resultaba menos grata. Quiero decir, ¿qué era ya? Un fiambre. Un fiambre del Norte. De todas formas, el viejo celebró la Nochevieja durante un par de semanas y entonces se pegó un tortazo de frente contra un autobús que marchaba bastante rápido. Esto despejó en cierta forma el panorama familiar. Bueno, no. Quedaba la hermana de mamá, que no era adicta ni al pecado ni al consuelo de la botella. Me metí en su casa y el recuerdo que tengo de ella es muy borroso. Salvo que solía hacer todas las cosas lúgubremente: dormir, comer, trabajar, coser, rezar. Cayó muerta en las escaleras de su casa, también la mía entonces, lúgubremente. La tarde de la ceremonia de entrega de los títulos de bachillerato. Un chiste terriblemente centroeuropeo, digo yo. [...] Siempre sucede que, cuando trato de simplificar las cosas, la gente levanta la vista. Pero ésa es otra historia. Así que. de vuelta a casa, mezclé la hamburguesa y el veneno de ratas con mis propias manos, sintiendo en ese momento tanta tristeza como asco. Abrí la puerta que conduce al vestíbulo y allí estaba el monstruo, esperando la ofrenda para después saltar sobre mí. ¡Pobrecito!. Nunca comprendió que los segundos que él empleaba para sonreír yo los aprovechaba para ponerme fuera de su alcance. Pero allí estaba él, la maldad empalmada, esperando. Puse en el suelo la albóndiga de veneno, me fui hacia la escalera y vigilé. El pobre animal se zampó la comida como de costumbre, sonrió, lo que casi hizo que me marease, y entonces ¡PAF!... Pero yo corrí rápidamente escaleras arriba, como siempre. Y entonces sucedió que el animal cayó mortalmente enfermo. Lo supe porque ya no me esperó más y porque la patrona dejó de emborracharse. Me detuvo en el vestíbulo la misma tarde de la tentativa de asesinato y me confió la información de que Dios había asestado a su cachorrito un golpe indudablemente fatal. Ella se había olvidado de su lujuria salvaje y por primera vez sus ojos estaban abiertos de par en par. Se parecían a los ojos del perro. Lloriqueaba y me imploraba que rezase por su animal. Me hubiera gustado decirle: "Señora, tengo que rezar por mí mismo, por el negro afeminado, la familia portorriqueña, la persona de la habitación de enfrente, a la que nunca he visto, la mujer que llora obstinadamente detrás de su puerta y por el resto de la gente que vive en todas las casas de huéspedes de todo el mundo. Además, señora, yo no sé rezar". Pero, para simplificar las cosas, le dije que sí, que rezaría. Levantó la vista. Dijo que era un embustero y que probablemente yo deseaba que el perro muriese. Le dije -y había tanta verdad en esto-, le dije que no deseaba que el perro muriese. No lo deseaba y no solamente porque le hubiera envenenado. Tengo que confesarle ahora, Peter, que deseaba que el perro viviese para ver hasta dónde llegaba nuestra nueva relación. (Peter da muestras de un descontento y antagonismo creciente) Por favor, comprenda Peter, este detalle es importante. Tenemos que conocer el efecto de nuestros actos. " epdlp.com |