El otro árbol de Guernica (fragmento)Luis de Castresana
El otro árbol de Guernica (fragmento)

"Miraban la calle, o la lluvia, o escuchaban cómo soplaba el viento, y todos pensaban en otra calle y en otra lluvia y en otro viento; una calle que ellos habían visto en Baracaldo, en Bilbao, en Pedernales, en Sestao o en Lequeitio; una lluvia que había caído un día que parecía muy lejano, un día en que salían de la escuela con sus amigos o en que iban a misa o de compras con su madre; un viento que había soplado allá en sus aldeas o en sus pueblos, cuando el aire se llevaba las boinas y zarandeaba los arbustos y hacía caer alguna teja y casi quitaba los paraguas de las manos. Con frecuencia un chico lloraba, o suspiraba, o permanecía inmóvil y callado, y los demás no le preguntaban qué le pasaba, porque lo sabían: pensaba en otra tarde como aquélla; en aceras y calles y casas como aquéllas, al mismo tiempo iguales y completamente diferentes; en hombres y mujeres y niños que eran como los que pasaban por la calle de al lado o por la Chaussée d'Alsemberg, pero que al mismo tiempo no eran los mismos y vivían en circunstancias que nada tenían que ver con las de Bruselas. Santi, de pie ante la ventana, miraba el hospital y veía el portal de su casa, la Plaza de los Fueros, la biblioteca municipal, el kiosco, Lasesarre en tarde de fútbol y los hombres que iban en grupo de taberna en taberna a chiquitear; Javier Aguirre Albizu jugaba de nuevo a la trompa y a las canicas en la calle Fica, donde vivía, y en Iturribide; Fermín Martínez caminaba por la calle Tendería e iba a comprar caramelos a Santiaguito; Aurelia estaba otra vez en el Arenal, un domingo por la mañana, con su padre, comiendo barquillos y oyendo el concierto de la Banda Municipal; Menchu, que bailaba muy bien las danzas vascas y cantaba y bailaba la jota de maravilla, se veía a sí misma bailando, con otras niñas del colegio, en la plaza de Orduña; Eugenio estaba bañándose en Las Arenas o sacando la entrada en el cine de cerca del transbordador para ver una película de Charlot; Manolín estaba en la escuela con don Segundo, jugando a la mano en los soportales de la iglesia o cogiendo caracoles en las tapias del cementerio; Fermín Careaga estaba estudiando en casa mientras a su lado, sobre un gran tablero de madera, su padre, que era delineante, copiaba planos con tinta china en papel cebolla o en papel seda... Parecía que todos los españoles estaban allí, en el «Fleury», viendo el mismo paisaje, oyendo caer la misma lluvia y dejando resbalar su mirada por el mismo pavimento húmedo en el que los faros de un auto ponían reflejos de sangre; pero era mentira, porque todos estaban en otro sitio y veían otras calles y estaban con otras gentes y oían otras voces y se mojaban con otras lluvias. "


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