Enquiridión (fragmento) Epicteto
Enquiridión (fragmento)

"En cualquier empresa, antes de actuar considera primero los antecedentes y las consecuencias. De otro modo, comenzarás con entusiasmo pero, al no haber pensado en las consecuencias, cuando surja alguna de ellas, desistirás vergonzosamente. Te dirás: «Quiero vencer en los Juegos Olímpicos». Pero considera lo que antecede y lo que sigue; luego, si es para tu bien, acomete la empresa. Piensa en que tendrás que respetar las reglas, someterte a una dieta, abstenerte de frivolidades. A determinadas horas, te guste o no, tendrás que ejercitar tu cuerpo ya sea que haga calor o frío; no beberás agua demasiado fría y a veces ni siquiera vino. En una palabra, tendrás que entregarte a tu maestro como si fuera tu médico. Luego, durante la contienda, es posible que te arrojen en una zanja, que te disloquen un brazo, que te tuerzas el tobillo, que tragues polvo, que te azoten y al final, quizás pierdas la victoria. Si has evaluado todo esto y tu determinación sigue firme, entonces ve a la contienda. De otro modo, ten presente que actuarás como los niños que a veces juegan a los luchadores, a veces a los gladiadores, a veces hacen como que tocan una trompeta y a veces hacen de actores de una tragedia cuando han visto alguno de estos espectáculos. Así, tú también querrás ser una vez luchador, otra gladiador, ahora filósofo, luego orador, y con toda tu alma no serás nada en absoluto. Como un mono, imitarás todo lo que ves y hallarás placer en dejar una cosa por otra pero todas te hartarán una vez que se han vuelto familiares. Porque no habrás comenzado nada considerándolo en detalle, ni después de haber estudiado el asunto por todos sus lados, ni después de haberlo analizado a fondo, sino en forma temeraria y cediendo a un mero capricho. Así, algunos, cuando han visto a un filósofo y escuchado hablar a un hombre como Sócrates (aunque, realmente: ¡quién pudiera hablar como él!), de pronto quieren ser filósofos también. ¡Oh hombre, quienquiera que seas! Considera primero la cuestión y luego qué es lo que tu propia naturaleza está en condiciones de sobrellevar. Si quieres ser un luchador, considera tus hombros, tu espalda, tus muslos; porque las personas son diferentes y cada uno está hecho para algo diferente. ¿Crees que puedes comportarte como lo haces y ser un filósofo? ¿Crees que puedes serlo comiendo, bebiendo, enojándote y estando disconforme como lo estás ahora? Pues no; deberás aprender a observar, tendrás que trabajar, tendrás que sacar lo mejor de ciertas tendencias tuyas; deberás dejar a los amigos; tal vez soportar que algún criado te desprecie, que se rían de ti; que te releguen en todo: en magistraturas, en honores, en las cortes o en la judicatura. Cuando hayas considerado todas estas cosas por entero, medita sobre si despidiéndote de ellas sigues deseando obtener serenidad, libertad y tranquilidad de espíritu. En caso contrario, no vengas aquí. No hagas como los niños, queriendo ser una vez filósofo, otra vez publicano, luego orador y finalmente uno de los oficiales de César. Estos papeles no se condicen. Debes ser una sola clase de hombre, bueno o malo. Debes cultivar, ya sea tu propia facultad de dominio, o bien las cosas externas. Debes dedicarte ya sea a cosas que están dentro de ti, o bien a las que están fuera de ti; esto es: debes elegir entre ser un filósofo o alguien del vulgo. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com