Interior (fragmento)Maurice Maeterlinck
Interior (fragmento)

"El anciano.- No se sabe... ¿Se sabe nunca algo?... Acaso era de las que no quieren decir nada, y cada uno lleva en sí mismo más de una razón para no vivir... No vemos dentro del alma como vemos en esa habitación. Todas son así... No dicen más que cosas indiferentes, y nadie sospecha nada... Vivimos meses y meses al lado de alguien que ya no es de este mundo y cuya alma ya no puede inclinarse; le respondemos sin pensar en ello, y ved lo que sucede... Parecen muñecas inmóviles, y en su corazón suceden tantos acontecimientos... Ni ellas mismas saben lo que son... Hubiera vivido como viven las demás... Hubiera dicho hasta el día de su muerte: “Señor, Señora”, “¿Lloverá esta mañana?”; o “Vamos a almorzar; seremos trece a la mesa”; o “La fruta no ha madurado todavía”. Hablan sonriendo de las flores que se han caído, y lloran en la oscuridad... Ni un ángel vería lo que es preciso ver, y el hombre no comprende hasta después... Ayer noche estaba ahí bajo la lámpara, como sus hermanas, y si esto no hubiese sucedido, no las veríamos como hay que verlas... A mí me parece que las veo por primera vez... Hay que añadir algo a la vida ordinaria antes de poder comprenderlas... Están a nuestro lado, nuestros ojos no se apartan de ellas, y no las vemos hasta el momento en que se marchan para siempre... y, sin embargo, ¡qué alma tan extraña debió de tener!; un alma pobre, ingenua, inagotable, ¡hija mía!, si dijo lo que debe haber dicho, si ha hecho lo que debe haber hecho...
El forastero.- En este momento sonríen en silencio
en la habitación.
El anciano.- Están tranquilos... No la esperaban esta noche...
El forastero.- Sonríen sin moverse... Pero el padre se pone un dedo en los labios...
El anciano.- Señalan al niño, que se ha dormido sobre el corazón de su madre...
El forastero.- No se atreven a levantar los ojos por miedo a turbar su sueño.
El anciano.- Ya no trabajan... Reina un gran silencio.
El forastero.- Han dejado caer la madeja de seda blanca...
El anciano.- Miran al niño...
El forastero.- No saben que otros los están mirando...
El anciano.- También a nosotros nos miran...
El forastero.- Han levantado los ojos...
El anciano.- Y, sin embargo, no pueden ver nada...
El forastero.- Parecen felices, y sin embargo... ¿qué sabemos?...
El anciano.- Creen estar seguros... Han cerrado la puerta, y los postigos tienen barras de hierro... Han asegurado los muros de la casa vieja; han puesto cerrojos a las tres puertas de encina... Han previsto todo lo que se puede prever...
El forastero.- Habrá que acabar por decírselo... Podría venir alguien a anunciárselo bruscamente... Había una multitud de aldeanos en la pradera donde está la muerta... Si uno de ellos llamase a la puerta...
El anciano.- Marta y María están al lado de la muerta. Los aldeanos iban a hacer unas angarillas con ramaje, y he dicho a la mayor que venga a avisarnos a toda prisa en el momento en que se pongan en marcha. Esperemos a que venga; me acompañará... No hubiéramos debido mirarlos así... Creí que no había más que llamar a la puerta, entrar sencillamente, buscar alguna frase, y decir... Pero los he visto vivir demasiado tiempo a la luz de su lámpara. "



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