Para la historia del teatro danés (fragmento)Massimo Bontempelli
Para la historia del teatro danés (fragmento)

"Me hallaba en las cercanías de Copenhague, privado de todo medio de subsistencia, cuando tuve la feliz idea de pedir ayuda al rey de Dinamarca, el cual fundó inmediatamente un teatro dramático, encargándome de la dirección. El teatro era hermoso, la compañía óptima y yo trabajaba furiosamente. Representábamos dramas antiguos y modernos, de Shakespeare, de Cossa, de Fildang, míos y de los demás.
La empresa tuvo, súbitamente, un éxito enorme: todos los daneses llegaban en tropel a mi teatro. La noticia se esparció hasta los países vecinos de Dinamarca y, todas las noches, una multitud de escandinavos atravesaba los estrechos para venir a mi espectáculo. Después de dos o tres meses, el arquitecto tuvo que ampliar la sala.
Apenas había reunido, en breve tiempo, una enorme fortuna, empecé –tan inestable e inquieto es el hombre– a sentirme cansado de aquella vida. No era propiamente una nostalgia del país natal, porque en aquel tiempo (era yo muy joven) no la tenía aún, sino, simplemente, el deseo de cualquier novedad y mudanza.
Mas no sabía yo cómo desprenderme de aquella situación. El rey me había tomado afecto –como sucede a menudo a los daneses– y no podía renunciar a mí. No dejaba pasar una noche sin venir a mi teatro y a menudo lo hacía también a la hora de los ensayos. Una vez que intenté decirle unas palabras a propósito de mi partida, me declaró secamente que estaba resuelto a transportar toda Dinamarca al lugar del mundo al que yo me hubiese trasladado. Entonces pensé que valía más dejar las cosas como estaban.
[...]
No hablo de este drama por vanidad de autor sino por necesidad de narrador. Era un drama semihistórico. La escena tenía lugar en una Estambul imaginaria, hacía algunos siglos, gobernada por un rey egoísta: Fifuf. Era la lucha entre el egoísmo del soberano y el bienestar del pueblo. En la primera parte se veían las señales y pruebas de aquel real egoísmo que el pueblo soportaba con paciencia. Pero Fifuf trasciende a un delito tan odioso que estalla una revolución en la ciudad y la catástrofe en el drama.
El asunto de la obra era el siguiente: Estambul está llena de perros; no hay familia que no tenga uno cuando menos. Llega un perro del Asia y muerde a algunos canes estambulenses: se le apresa y se le reconoce hidrófobo. Los perros que mordió resultan también hidrófobos y muerden a otros perros de la ciudad. Rapidísimamente, una rabia universal se difunde por toda la perrada de Estambul.
Como todas las personas egoístas, el rey Fifuf es muy cuidadoso de su propia salud y tiene miedo a todo. Reúne inmediatamente al consejo y médicos y se hace explicar en seguida el origen, los síntomas y el remedio de la rabia.
Pudiera creerse que esto lo hace por bien del pueblo. Nada de eso. Apenas oye decir al médico en jefe que el perro hidrófobo no muerde a su propio dueño, sino que huye de él, Fifuf tiene una idea infernal. Manda en seguida a sus intendentes por toda la ciudad, de casa en casa, con órdenes de comprar por su cuenta todos los perros. De este modo resulta dueño de todos los canes de la ciudad y está seguro que ninguno de ellos lo morderá. "



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