El rumor de la montaña (fragmento)Yasunari Kawabata
El rumor de la montaña (fragmento)

"El artículo había impresionado a Shingo, y por eso al acostarse había soñado con un aborto.
Pero en su sueño no sucedía nada desagradable con el muchacho y la joven. Era una historia de amor puro, y la chica se convertía en una «niña santa». Antes de irse a dormir no era así como veía el asunto.
La impresión se había convertido en algo hermoso. ¿Por qué se había producido tal transformación? Tal vez en el sueño él había rescatado a la muchacha, y a sí mismo también. De todos modos, el sueño emanaba benevolencia.
Shingo reflexionaba, preguntándose si, en su caso, la bondad surgía en sueños.
Se puso un poco sentimental. ¿Un momentáneo estremecimiento juvenil le había regalado un sueño de amor puro siendo un viejo?
El sentimentalismo, que persistió después del sueño, tal vez le había permitido celebrar con benevolencia la voz de Shuichi —que era como un suave quejido—, haciéndole percibir en ella amor y tristeza.
Todavía acostado, Shingo oía cómo Kikuko intentaba despertar a Shuichi.
Shingo se levantaba demasiado temprano esos días. Yasuko, que era dormilona, lo retaba: «Los viejos no caen simpáticos cuando hacen el ridículo y se levantan al despuntar el alba».
A él también le parecía incorrecto levantarse antes que su nuera. Por eso iba sin hacer ruido hasta la puerta de entrada para recoger el diario y leerlo en la cama.
Shuichi había ido a lavarse.
Se lo oyó vomitar. Evidentemente le habían entrado arcadas al cepillarse los dientes.
Kikuko se precipitó hacia la cocina.
Shingo se levantó. En la galería se cruzó con su nuera, que salía de la cocina.
—Padre.
Casi a punto de chocar con él, ella se detuvo y se sonrojó. Algo se derramó de la taza que llevaba en la mano. Parecía sake frío, un paliativo para la resaca de Shuichi.
A Shingo le pareció muy hermosa, con ese rubor en el rostro pálido, sin maquillaje, con la timidez en sus ojos todavía adormecidos, y los bellos dientes que asomaban entre los labios puros, sin pintar, en los que se insinuaba una sonrisa vergonzosa.
¿Todavía conservaba esa cualidad infantil? Shingo recordó su sueño.
No era raro que jóvenes como las que se mencionaban en el artículo se casaran y tuvieran niños. En otros tiempos era lo habitual.
Cuando no era mayor que esos muchachos, el propio Shingo se había sentido fuertemente atraído por la hermana de Yasuko.
Al verlo entrar en el comedor, Kikuko abrió los postigos con cierta prisa. El sol de primavera se filtró en la estancia. "



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