El viaje que nunca termina (fragmento)Malcolm Lowry
El viaje que nunca termina (fragmento)

"Querida, querida, querida, dijo la golondrina china... De vez en cuando el paso de un tranvía ahoga el murmullo de tu recuerdo, de modo que incluso el recuerdo se convierte en un traqueteo de hierro espantosamente atenuado -transformado en mil campanadas de bronce que marcan el tiempo en mi cerebro con un millón más de campanadas, una por cada segundo, o por cada hora, o por cada neón que pasamos juntos-, pero aquí estoy, huyendo una vez más de mis sentimientos auténticos, que son francamente terribles.
(...)
Hola, he entrado en la catedral, ¡chist!... ¿Quieres venir conmigo? La encuentro francamente fea, un tipo que había en la puerta me preguntó si me gustaría visitar el mausoleo real -el de Fernando e Isabel, supongo; ¿no era ella la dama que no quiso cambiarse la camisa durante cuarenta días y cuarenta noches?-, le contesté que no, y que había entrado allí para llorar... Si pudiera llorar... Ahora he llorado, de modo que no sé qué otra cosa puedo hacer excepto rezar. No me dejes, por favor, no puedo soportar que te hayas ido, de modo que tengo que poner por escrito mi súplica para sentirme todavía a tu lado, pero no sé qué decirte, y lloraré otra vez dentro de veinticuatro horas en la Casa de Pilatos, o en el Palacio del Oro, y volveré a llorar... Me importa un rábano quién me vea."



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