La casa silenciosa (fragmento)Raymond Chandler
La casa silenciosa (fragmento)

"Un ruiseñor bajó volando hasta el pequeño césped bien cortado de delante, pescó un gusano entre la tierra y se largó con él. Alguien encendió el motor de un coche más abajo de la curva de la calle, fuera de la vista. En la acera de enfrente había una casa nueva flamante con un letrero de «Se vende» clavado en el abono y las semillas de hierba plantadas delante. No se veía ninguna otra casa.
Probé una vez más con el timbre y finalmente hice un toque de retreta con la aldaba, que era un aro colgado de la boca de un león. Luego me aparté de la puerta de entrada para echar un ojo por la ranura existente entre las puertas del garaje. Dentro había un coche, que relucía apenas bajo la débil luz. Fui dando la vuelta hasta el patio de atrás y vi dos robles más y un quemador de basura y tres sillas alrededor de una mesa verde de jardín bajo uno de los árboles. Aquello de allí detrás parecía tan fresco, agradable y sombreado que me hubiera gustado quedarme. Me acerqué a la puerta de atrás; una de sus mitades era de cristal, pero tenía el cerrojo echado. Probé a girar el pomo, lo que sin duda era una bobada. Sin embargo, se abrió, así que respiré profundamente y entré.
El tal Lancelot Goodwin ya podía prepararse a escuchar algunas excusas si me pillaba allí. Si no, me ocuparía de revisar sus efectos. Había algo en él, aunque tal vez no fuera más que el nombre de pila, que me preocupaba.
La puerta de atrás daba a un porche con persianas altas y estrechas. De allí se llegaba a otra puerta también sin cerrar que se abría a una cocina de azulejos de colorines y una cocina de gas empotrada. En el fregadero había un montón de botellas vacías. Dos puertas de vaivén. Empujé la que daba a la parte delantera de la casa. Conducía a un salón comedor con un bufete en el que había más botellas de licor, en este caso llenas.
La sala de estar quedaba a la derecha pasando bajo un arco. Estaba oscuro incluso a pleno día. Amueblada con gusto, con estanterías de obra y libros que no se habían comprado a peso. Había una radio de mueble en una esquina sobre la que descansaba un vaso medio vacío de líquido ámbar. Y en el líquido ámbar había hielo. La radio emitía un leve sonido susurrante y la luz del dial resplandecía. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com