El canto del búho (fragmento) "La vida cotidiana del enlace exigía un esfuerzo enorme. En principio eran familias del campo, aunque después hubo enlaces también en los pueblos. Solían ser caseros que estaban al cargo de un cortijo cuyo dueño iba poco por allí. Estos caseros eran el soporte en la zona Centro-Sur. El hombre iba al pueblo y se enteraba de lo que pasaba, compraba tabaco y otras cosas. La mujer preparaba comida o lavaba la ropa de los guerrilleros. Si había que comprar muchos víveres, era la encargada de coger el burro e irse a un pueblo diferente para no levantar sospechas. Los niños de corta edad andaban por los alrededores del cortijo y eran unos buenos cómplices que vigilaban los caminos. En la Fresnadilla, término de Marmolejo, que frecuentaba la partida de Los Jubiles, compraron unos pavos y pusieron a los niños de los caseros a cuidarlos. Los niños veían cuándo venía la Guardia Civil y avisaban a la casa. Eran años de hambre y las familias de los enlaces participaban también en el fruto de los golpes económicos de la guerrilla. Los guerrilleros les daban parte del dinero del atraco o del rescate. La filosofía de la guerrilla era pagar lo que les facilitaban, así que estos enlaces normalmente tenían una compensación económica que les permitía vivir mejor dentro de la pobreza. «Hubo un interés compartido, pero no siempre, porque también hubo enlaces politizados, enérgicos y valientes que lo hicieron por fidelidad a la causa», resume Francisco Moreno. Es un mundo muy complejo. Otras cosas que hay que tener en cuenta son los amoríos y los líos de faldas, en algunos casos con un desenlace trágico. Hay casos como el de Chaparro, en el pueblo de Huelma, en Jaén. Este guerrillero se enamoró de la casera del cortijo «Nicolasa», que se llamaba Magdalena Aranda, engañando al esposo. Aquella mujer se enamoró perdidamente del guerrillero y acabaron ahorcando al marido. Simularon un suicidio, pero aquello se sospechó y la Guardia Civil acabó poniendo cerco al cortijo. El guerrillero se había hecho un zulo y no lo descubrieron hasta que una noche salió a tomar el fresco y lo mataron a tiros. Ella salió queriendo protegerlo y allí mismo la mataron también. Hubo bastantes amores entre guerrilleros y caseras e hijas de caseros. En Puertollano (Ciudad Real) se expulsó a un guerrillero de apodo Lavija por haber dejado embarazada a la casera siendo el marido un viejo militante del partido de toda la vida y un enlace extraordinario. El jefe de la división, absolutamente indignado por aquella humillación, le expulsó. Él exigió dinero y estuvieron a punto de liarse a tiros en la casa donde estaban recluidos. Le dieron menos dinero de lo que pedía para marcharse a Madrid. Él se vino pero se trajo a la casera de amante. Murió en noviembre de 1946 en un tiroteo con la Guardia Civil y con un amor conflictivo de por medio. " epdlp.com |