Los últimos días de nuestros padres (fragmento)Joël Dicker
Los últimos días de nuestros padres (fragmento)

"Sentado al volante de su coche, en una calle perpendicular a los Campos Elíseos, Kunszer jugaba con la postal. El análisis no había dado resultado alguno. Los especialistas de la Abwehr lo tenían claro. Era una simple tarjeta postal, sin código, sin mensaje y sin tinta invisible. Habían pasado quince días desde su visita al piso de la Rue du Bac y no había obtenido más pistas. El hombre había presentado una denuncia por robo cuatro días después de su irrupción. Cuatro días. ¿Objetos robados? Una tarjeta postal, había declarado. Aquello no tenía ningún sentido... A menos que... De pronto tuvo una idea y todo resultó claro. ¡Cómo no lo había comprendido antes! Se apresuró a garabatear un esquema en un trozo de papel para confirmar su hipótesis: una chica de la Resistencia, armada, deposita por cuenta de los servicios secretos británicos tarjetas postales en casa de un hombre inofensivo. Esas postales, no cabe duda de ello, las ha escrito su hijo. Así que el hijo es un agente inglés. ¡Evidentemente! ¡Un agente inglés que había cometido la imprudencia de escribir a su padre para darle noticias suyas! Tenía que echarle el guante al hijo sin falta, pero ¿dónde podría estar? Había utilizado a la chica como correo desde Lyon, podía estar escondido en cualquier parte de Francia. En aquel momento, solo dos cosas le resultaban seguras: el padre no estaba al corriente de nada, y la chica le había dicho todo. Se la había entregado a la Gestapo, en el número 11 de la Rue des Saussaies. Allí la habían vuelto a interrogar; pobre Katia querida. No quería ni pensar en los golpes. Había llamado una o dos veces a la Gestapo para saber si había hablado, pero sobre todo para tener noticias suyas. Se había enterado de que habían registrado la casa de sus padres, en Lyon, y también los habían arrestado. La Gestapo hacía eso en ocasiones. Entonces pensó que si la chica no sabía nada, su única pista era el padre. Ese padre era la debilidad de su hijo.
Kunszer vio interrumpidas sus reflexiones al abrirse la puerta: tenía cita con uno de sus informadores. Como siempre, le hacía subir al coche y conducía al azar mientras duraba su conversación. Se puso en marcha. "



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