Noches de la antigüedad (fragmento)Norman Mailer
Noches de la antigüedad (fragmento)

"En la oscuridad, entre dos bloques de piedra, mis dedos pronto encontraron un nicho no más ancho que la cabeza de un hombre. Por la frescura que llegaba, debía de conducir al exterior. El aire que entraba por la hendidura no era más que un susurro, tan débil que no hubiera podido ni mover un pelo ni una pluma, pero traía el fresco del desierto cuando hacía bastante que se había ocultado el sol. Me dirigí hacia ese susurro de frescura y, ante mi sorpresa, mi brazo penetró en el nicho. Era un pozo largo entre grandes bloques de piedra, que en partes no parecía más ancho que mi cabeza, pero que ascendía en línea recta y luego trazaba un ángulo abrupto. Un trayecto inmundo. Los caparazones de innumerables escarabajos muertos me obstruían el paso. Las hormigas me recorrían la piel. Las ratas gritaban, aterrorizadas. Sin embargo, yo trepaba sin sentir pánico, sólo sorprendido por la estrechez del pasaje. Parecía imposible que pudiera avanzar, pues era apenas más ancho que la guarida de una víbora. No obstante, era como si yo careciera de hombros o caderas. Poseía astucia en el tacto, y, como la víbora, no tenía miedo de quedarme atascado. Era capaz de volverme más angosto. Pero es mejor decir que avancé con mis pensamientos por ese pasaje largo y estrecho, y mi cuerpo fue lo suficientemente dócil como para obedecer. Una sensación extraña. Me sentía vivo. El susurro del aire hacia donde iba tenía fosforescencia. Partículas de luz resplandecían en mi nariz y en mi garganta. Estaba más vivo que lo que alcanzaba a recordar y, sin embargo, no sentía el yugo del músculo o el hueso. Era como si me hubiera reducido al tamaño de un niñito.
Cuando por fin llegué cerca de la boca del pozo, vi el cielo y la luz de la luna inclinada sobre el borde. Mientras descansaba, vi pasar la luna llena, y su luz me ungió. Desde los huertos lejanos llegaba la fragancia de las higueras y palmeras datileras así como el fresco de las vides. El aire de esa noche me traía insinuaciones de los jardines donde alguna vez hice el amor. Volví a conocer el olor de la rosa y del jazmín. Abajo, junto a la lejana ribera, las palmeras destacarían su negra silueta contra el agua plateada del río. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com