El último día del verano (fragmento)Ian McEwan
El último día del verano (fragmento)

"Abajo me toca ayudar a Kate a hacer la cena. Kate es alta y delgada y triste. Justo lo contrario que Jenny. Cuando tenga novias las tendré como Kate. De todas formas, está muy pálida, incluso a estas alturas del verano. Tiene el pelo de un color extraño. Una vez le oí decir a Sam que era del color del papel kraft. Sam es un amigo de Peter que también vive aquí y que quería meter sus cosas en el dormitorio de Kate cuando José sacó las suyas. Pero Kate es algo altiva y no le gusta Sam porque es demasiado ruidoso. Si Sam se trasladase a la habitación de Kate estaría siempre despertando a Alice, la niñita de Kate. Cuando Kate y José están en el mismo cuarto siempre les observo para ver si alguna vez se miran, y nunca lo hacen. El pasado abril entré una tarde en la habitación de Kate para pedirle algo prestado y José y ella estaban en la cama, dormidos. Los padres de José son españoles y él tiene la piel muy oscura. Kate estaba tumbada de espaldas con un brazo estirado y José estaba apoyado en el brazo, arrimado a su costado. No llevaban pijama, y la sábana les llegaba a la cintura. Ella era tan blanca y él tan negro. Me quedé un largo rato al pie de la cama, observándoles. Era como si hubiera descubierto un secreto. Entonces Kate abrió los ojos y me vio allí y me dijo muy bajito que me largase. A mí me parece bastante extraño que estuvieran así tumbados y que ahora ni siquiera se miren. Si yo me acostara en brazos de alguna chica a mí no me pasaría eso. A Kate no le gusta cocinar. Tiene que dedicar mucho tiempo a evitar que Alice se meta cuchillos en la boca o tire cacharros hirviendo de la cocina al suelo. Kate prefiere arreglarse bien y salir, o hablar horas por teléfono, que es lo que yo preferiría si fuese una chica. Una vez tardó mucho en volver a casa y mi hermano Peter tuvo que meter a Alice en la cama. Kate siempre parece triste cuando habla con Alice, cuando le dice lo que tiene que hacer habla muy bajito, como si en realidad no quisiera para nada hablar con Alice. Y lo mismo cuando habla conmigo, es como si no estuviera hablando de verdad. Cuando me ve la espalda en la cocina me lleva al cuarto de baño de abajo y me embadurna de loción de calamina con un algodón. La veo en el espejo, su cara no parece expresar nada especial. Hace un ruido entre dientes, mitad silbido y mitad suspiro, y cuando quiere más luz en alguna parte de mi espalda me empuja o me tira del brazo. Me pregunta rápida y suavemente cómo es la chica de arriba, y cuando le digo que «es muy gorda y tiene una risa rara» no contesta nada. La ayudo cortando las verduras y pongo la mesa. Después bajo al río a ver mi barca. La compré con dinero que recibí cuando se murieron mis padres. Cuando llego al muelle ya se ha puesto el sol, y el río está negro con manchas rojas como los restos de tela que solía haber en el ático. Esta noche el río baja despacio y el aire es cálido y suave. No suelto el bote, tengo la espalda demasiado quemada para remar. En vez de eso me meto dentro y me quedo sentado, subiendo y bajando silenciosamente con el río, mirando la tela roja que se hunde en el agua negra y preguntándome si no habré respirado demasiado olor de Jenny.
Cuando vuelvo están a punto de ponerse a comer. Jenny está sentada al lado de Peter y cuando entro no levanta la cabeza del plato, ni siquiera cuando me siento a su otro lado. Es tan grande a mi lado, y al mismo tiempo está tan inclinada sobre su plato, con aspecto de no querer existir, que me da como pena y quiero decirle algo. Pero no se me ocurre nada que decir. De hecho, en esta comida nadie tiene nada que decir, todos se limitan a mover el tenedor desde y hacia el plato, y de vez en cuando alguien murmura que le pasen algo. En general no pasa esto cuando comemos, casi siempre ocurre algo. "



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