Historia de las tierras y los lugares legendarios (fragmento)Umberto Eco
Historia de las tierras y los lugares legendarios (fragmento)

"Después del Diluvio, en tiempos de la construcción de la torre [de Babel], que constituía un desafío a Dios, cuando los hombres, una vez llegados a gran altura, empezaron a observar continuadamente los astros, por primera vez concibieron la idea errónea de que el cielo era esférico. […] Entonces Dios ordenó a Moisés construir el Tabernáculo según el modelo que había visto en el Sinaí, un tabernáculo que sería la imagen del mundo entero. Moisés lo construyó, tratando de imitar al máximo la forma del mundo, y le dio una longitud de treinta codos y una anchura de diez. Entonces, interponiendo un velo en el centro del Tabernáculo, lo dividió en dos compartimientos, de los cuales el primero fue llamado el Santo y el segundo detrás del velo el Santo de los Santos. El tabernáculo exterior, según el Apóstol divino, era la imagen del mundo visible, desde la Tierra hasta el firmamento. Allí estaba la mesa, y sobre ella había doce panes; sobre la mesa, símbolo de la Tierra, había todo tipo de frutos, uno por cada uno de los meses del año. Alrededor de la mesa había una moldura labrada que representaba el mar que se llama Océano, y alrededor del Océano había a su vez un borde de un palmo de ancho, que representa la tierra más allá del Océano, en cuya parte oriental se encuentra el Paraíso y donde las extremidades del primer cielo, en forma de bóveda, por todas partes se apoyan en las extremidades de la Tierra. Y finalmente Moisés puso en la parte sur un candelabro que iluminaba la Tierra del sur al norte, y puso en él siete lámparas para indicar la semana, y estas lámparas simbolizan todas las luminarias del cielo.
Si los pensadores del período anterior a los grandes viajes de descubrimiento podían tener algún argumento a su favor —por lo general, la autoridad de las Sagradas Escrituras, o más bien la interpretación que de ellas daban—, los intentos posteriores de revivir el concepto de un mundo plano murieron al nacer. El más reciente, y sin duda el más famoso, fue el llevado a cabo entre 1906 y 1942 por Wilbur Glen Voliva, jefe de la Iglesia cristiana católica apostólica de Zion, en Illinois.
El fundador de esta secta fue un menudo e inquieto escocés, un tal John Alexander Dowie, que renunció a su ministerio de pastor congregacionista en Australia para fundar una asociación para la renovación de la fe. En 1888 partió hacia Inglaterra para implantar una sucursal en aquel país pero, al pasar por Estados Unidos, percibió el olor de prados más verdes y fundó de inmediato una iglesia en Chicago.
Perseguido, se vio obligado a replegarse hacia Zion, a unos sesenta kilómetros más al norte, donde reinó sin oposición durante casi cuatro lustros, gracias a sus dotes de «consejero de almas», unidas a la habilidad comercial y a la firme oposición a todas las formas de vicio, entre las que se incluía el humo, las ostras, la medicina y los seguros de vida.
El declive de Dowie comenzó cuando se autoproclamó Elias III (es decir, la segunda encarnación de Elias, el profeta; Juan Bautista habría sido la primera), e intentó el asalto a Nueva York. Con este fin, se lanzó sobre la pecaminosa metrópoli junto con sus seguidores apretujados en ocho trenes, y alquiló durante una semana el Madison Square Garden. Los neoyorquinos acudieron en masa a ver al hombre del milagro, pero ante sus ojos apareció una especie de Papá Noel que vociferaba sartas de improperios con un fuerte acento irlandés. Acabaron aburriéndose y se marcharon, dejando plantado al profeta que seguía profiriendo amenazas e insultos.
Pero su destino se lo marcó Dowie con la venta de «acciones» (en realidad obligaciones al diez por ciento de interés), destinada a su vez al pago de intereses sobre acciones ya vendidas. Como era inevitable, quedó atrapado en las leyes de la matemática. Wilbin Voliva, al que Dowie había nombrado imprudentemente su apoderado, mientras él se encontraba en México para comprar una propiedad a la que pretendía retirarse, aprovechó su poder para organizar una rebelión entre los dirigentes de la secta, y de un solo golpe arrebató a Dowie el poder y el dinero. Al poco tiempo Elias III subió al cielo. "



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