Estatismo y Anarquía (fragmento)Mijail Bakunin
Estatismo y Anarquía (fragmento)

"Veamos actualmente de qué modo expresaron su descontento. Cantaron primero en ese banquete de Wartburg la célebre canción de Lutero: Nuestro dios, nuestra gran fortaleza, después: Wo ist das deutsche Vaterland; gritaron vivas a algunos patriotas alemanes y silbaron a los reaccionarios; en fin hicieron un auto de fe de algunos folletos reaccionarios. Y eso fue todo.
Más notables fueron otros dos hechos que tuvieron lugar en 1819; el asesinato del espía ruso Kotzebue por el estudiante Sand y la tentativa de asesinato del pequeño dignatario de Estado del pequeño ducado de Nassau, von Ibel, hecha por el joven farmacéutico Karl Lehning. Los dos actos fueron excesivamente estúpidos, pues no podían aportar ningún fruto. Pero en todo caso han manifestado una sinceridad de pasión, un heroísmo de sacrificio y unidad de pensamiento, de palabra y de acción sin lo cual el revolucionarismo cae inevitablemente en la retórica y se convierte en una mentira repugnante.
Con excepción de esos dos hechos -el asesinato político realizado por Sand y la tentativa de Lehning-, todas las otras declaraciones de liberalismo alemán no pasaron los límites de la retórica más ingenua y, además, excesivamente ridícula. Ese fue el período del teutonismo salvaje. Los hijos de los filisteos, ellos mismos futuros filisteos, los estudiantes alemanes, se imaginaron ser los germanos de los tiempos antiguos, tales como los describían Tácito y Julio César, los descendientes guerreros de Arminio, los habitantes vírgenes de los bosques espesos. Han concebido en consecuencia un desdén profundo, no hacia su mundo burgués mezquino, lo que habría sido lógico, sino hacia Francia, hacia los franceses y en general hacia todo lo que llevaba la impresión de la civilización francesa. La francofobia se convirtió en una enfermedad epidémica en Alemania. La juventud universitaria se complacía en continuar los hábitos del antiguo germano, como nuestros eslavófilos de 1840-1860 y extinguían su ardor juvenil en una cantidad inconmensurable de cerveza, mientras que los duelos incesantes se terminaban generalmente por rasguños en el rostro que probaban su bravura guerrera. En cuanto al patriotismo y al llamado liberalismo, hallaban su expresión y su satisfacción más completa en cantar hasta desgañitarse las canciones patrióticas guerreras, entre las cuales no se excluía el himno nacional. ¿Dónde está la patria del alemán? La canción profética consumada o en tren de serlo por el imperio pangermánico ocupaba el primer puesto.
Comparando esas declaraciones con las declaraciones hechas en el mismo período por el liberalismo en Italia, en España, en Francia, en Bélgica, en Polonia, en Rusia, en Grecia, habrá que admitir que no había nada más inocente y más ridículo que el liberalismo alemán que, en sus manifestaciones más llamativas, estaba imbuido de ese sentimiento servil de obediencia, de fidelidad o, hablando con más cortesía, de esa veneración divina a los jefes y a la autoridad, cuyo espectáculo arrancó a Werner la exclamación enfermiza conocida de todos y ya citada por nosotros:
Otros pueblos son a menudo esclavos, pero nosotros, los alemanes, somos siempre lacayos.
Y en efecto, el liberalismo alemán, con excepción de raros individuos y ocasiones, no fue más que una manifestación específica de la ambición servil alemana. No era más que la expresión censurada del deseo general de sentir sobre sí la fuerte mano imperial. Pero esa exigencia leal parecía un acto de rebelión a los gobiernos y era perseguida como tal.
Eso encuentra su explicación en la rivalidad entre Austria y Prusia. Cada una de ellas habría ocupado de buena gana el trono suprimido por Barbarroja, pero ni la una ni la otra podían permitir que ese trono fuera ocupado por su rival gracias a lo cual, con el apoyo simultáneo de Rusia y de Francia, obraban de acuerdo con estas últimas, bien que en razón a consideraciones completamente diferentes, y Austria y Prusia se pusieron a perseguir como manifestaciones de un liberalismo extremo, las aspiraciones generales de todos los alemanes hacia la creación de un imperio pangermánico, único y poderoso.
El asesinato de Kotzebue fue la señal para una reacción de las más feroces. Comenzaron congresos y conferencias primeramente de los soberanos alemanes, de los ministros alemanes y luego se acudió a los congresos internacionales, en donde participaron el emperador Alejandro I y el embajador de Francia. Por una serie de medidas decretadas por la Unión alemana, los pobres lacayos liberales fueron atados de pies y manos. Les fue prohibido entregarse a ejercicios gimnásticos y cantar canciones patrióticas; no se les dejó más que la cerveza, La censura fue establecida en todas partes. Y en consecuencia Alemania se pacificó repentinamente, los Burschen obedecieron sin la sombra siquiera de una protesta, y durante once años, de 1819 a 1830, no hubo en toda la extensión del territorio alemán, la menor manifestación de una vida política cualquiera. "



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