La mano de Ethelberta (fragmento)Thomas Hardy
La mano de Ethelberta (fragmento)

"De pie sobre la aparente tumba de un gigante, en esta tierra antigua, Ethelberta alzó la mirada y contempló dos tipos de clima que invadían simultáneamente la naturaleza. Abajo y a lo lejos, a mano derecha, hacía un día estupendo y los plateados rayos del sol encendían un mar interior con muchas vertientes, que se extendía alrededor de una isla cubierta de abetos y aulagas, que se internaba entre brezales de brillante escarlata, dentro de los cuales a veces asomaban a la vista los caminos y senderos en forma de zigzag o de guiones, como destellos de relámpago. En el exterior, donde hacía su aparición el canal de la Mancha, una gama multicolor de ondas, corrientes, profundidades y bajíos, que iban del ópalo al aguamarina, se desplegaban bajo el sol como una Nueva Jerusalén frente a las costas de brillante arena. Ella sabía que las abejas y las mariposas se afanaban sobre el radiante brezo, y que las aves de ese lado comenzaban apenas sus canciones de otoño.
En el lado izquierdo, bastante cerca de su posición, el clima era oscuro y nublado, ensombrecía con profundos verdes y marrones un valle que en su más alejado extremo se alzaba hasta ofrecer al mar altos abismos, éstos sugerían su terrible aspecto ante las aguas incluso aquí, a su espalda, mediante un bramante vendaval del suroeste. Las colinas cubiertas de césped se alzaban aquí como nudillos enfundados en guantes de oscuro verde olivo, y las pequeñas plantaciones que había entre ellos formaban una monocromía aún más triste y profunda. En este lado, el cielo color de zinc se encontraba con un mar plomizo, el viento bajo gemía y se lamentaba, y las aves no cantaban.
La cordillera por la que Ethelberta cabalgaba, dividía estos dos climas como una pared y muy pronto fue evidente que luchaban por imponerse, justo en su camino. La cuestión permaneció en duda un largo rato, así que ella, presa de un momento imaginativo, observó el desplazamiento del frente de batalla como si fuera un ejemplo típico de sus propios avatares, ahora hacia el oeste, inundándola de sol, ahora hacia el este, cubriéndola con una sombra. Entonces el viento cambió hacia el norte y un claro azul se abrió en la nube amenazante, cerca de la posición de la Estrella Polar; y la luz del sol se extendió a ambos lados de Ethelberta.
Conforme avanzaba comenzaban a sobresalir, de la más alejada cima del altiplano, las torres de la notable ruina que iba a visitar. Esta se ubicaba por encima del talud y la cúspide de un monte apenas roído que nacía al pie de la cordillera por la que ella transitaba. Cuando Ethelberta observó la incertidumbre climática previa, que había dominado este lado, llegó a dudar que la reunión se llevara a cabo ese día, y ahora su opinión se reforzaba con la ausencia total de figuras humanas en las ruinas, si bien la hora de la cita ya había pasado. Esto hizo surgir otra pregunta que la tenía intrigada, ¿dónde encontraría un establo para el burro durante la reunión?, pues la idea de encarar a ese grupo de caballeros y lores montada en el lomo de un animal le gustaba muy poco. Decidió mantener su montura, rodear las ruinas y dirigirse de nuevo a casa sin preocuparse más por los movimientos de la asociación o por conocer a los miembros que la integraban.
En consecuencia, cruzó el puente del foso y se internó por el primer arco en la defensa externa. Tal y como esperaba, no había un alma ahí. Las troneras, las guías del rastrillo y las escaleras le parecieron viejos amigos, pues alguna vez durante la infancia había visitado el lugar. Continuó ascendiendo por la pendiente verde, a través de otro arco que llevaba al interior de la segunda defensa, hasta que el burro fue incapaz de trepar un solo centímetro más. Aquí desmontó, ató el animal a una piedra que salía proyectada de la pared como un colmillo, y continuó el ascenso a pie. Una vez que llegó a las torres se interesó tanto por los ventosos pasillos, los enmohecidos calabozos y la tribu de cuervos que la observaban odiosamente desde arriba, que perdió la noción del tiempo. "



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