La realidad y su sombra (fragmento)Emmanuel Lèvinas
La realidad y su sombra (fragmento)

"El arte deja, pues, la presa por la sombra.
Pero al introducir en el ser la muerte de cada instante -realiza su duración eterna en el entretiempo- su unicidad, su valor. Valor ambiguo: único porque no superable, porque, incapaz de abarcar, no puede ir hacia lo mejor, no tiene la cualidad de instante viviente al que la salvación del devenir está abierta y donde puede acabar y superarse. El valor de este instante está hecho así de su desgracia. Este valor triste es ciertamente lo bello del arte moderno opuesto a la belleza feliz del arte clásico.
Por otra parte, el arte, esencialmente descomprometido, constituye, en un mundo de iniciativa y de responsabilidad, una dimensión de evasión.
Alcanzamos, por ahí, la experiencia más corriente y más banal del placer estético. Es una de las razones que hacen aparecer el valor del arte. Trae al mundo la oscuridad del fatum, pero sobre todo la irresponsabilidad que halaga como la ligereza y la gracia. Libera. Hacer o disfrutar una novela y un cuadro -es no tener que concebir, es renunciar al esfuerzo de la ciencia, de la filosofía y del acto. No habléis, no reflexionéis, admirad en silencio y en paz -tales son los consejos de la sabiduría satisfecha ante lo bello. La magia, reconocida por todos como la parte del diablo, disfruta en poesía de una tolerancia incomprensible. Se venga uno de la maldad produciendo su caricatura, que le quita la realidad sin aniquilarla; se conjuran las malas potencias llenando el mundo de ídolos que tienen bocas, pero que ya no hablan más. Como si lo ridículo matara, como si todo pudiera terminar realmente con las canciones. Se apacigua uno cuando, más allá de las invitaciones a comprender y a actuar, se precipita en el ritmo de una realidad que no solicita más que su admisión en un libro o en un cuadro. El mito hace de misterio. El mundo por acabar es sustituido por el acabamiento esencial de su sombra. No es el desinterés de la contemplación, sino de la irresponsabilidad. El poeta se exilia él mismo de la ciudad. Para este punto de vista, el valor de lo bello es relativo. Hay algo de malo y de egoísta y de cobarde en el goce artístico. Existen épocas en las que se puede tener vergüenza de él, como de hacer festejos en plena peste.
El arte no es, pues, comprometido por su propia virtud de arte. Pero por eso el arte no es el valor supremo de la civilización y no está prohibido concebir un estadio suyo en el que se encuentre reducido a una fuente de placer -que no se puede criticar sin ridículo- teniendo su plaza -pero solamente una plaza- en la felicidad del hombre. "



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