La chiquilla (fragmento)Carlos González Peña
La chiquilla (fragmento)

"Estaba agitado, sudoroso. En la notaría el trabajo era cada día más duro. Don Mauricio Orvañanos no le dejaba ir, desde hacía dos noches, hasta las diez. Aquello no podía resistirse, no; máxime, cuando él no cobraba ningún sueldo.
Hablaba con precipitación, poseído de la cólera. En sus frases entrecortadas, en sus gestos rabiosos, el poeta descubrió el hambre de dinero que ahora asediaba a aquel mozo, antaño tímido y modesto. Aunque la amistad de ambos era la misma de otro tiempo, algo les separaba; un velo imperceptible primero, densamiento opaco después, alejó sus almas. Y Arsenio observaba con curiosidad a Linares, como extrañado de la transformación lenta que advertía en el genio de su compañero, que de dulce y apacible habíase tornado áspero. -Ya no era el mocetón cariñoso. Rodeado de fría reserva, no volvió a entregarse nunca a las sabrosas charlas de días mejores. Callado, meditabundo, pasaba el día laborando maquinalmente, comiendo apenas, deseando con ardor la noche, para precipitarse en casa de los Fernández. ¿Era que amaba más a Antoñita? ¡Quién sabe! Porque Antoñita tenía un color más pálido y una sonrisa más triste. En el fondo de sus ojos claros, cualquiera descubriría la pena, una pena muy misteriosa y muy honda. -¿Entonces, la olvidaba? No, seguramente, porque si así fuese no le atraería tanto la escalera de peldaños resbaladizos que conducía a la vivienda perdida en la azotea. "



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