La Farsalia (fragmento)Marco Anneo Lucano
La Farsalia (fragmento)

"¿Cuál de los dioses está aquí oculto? ¿Qué deidad, descendida del éter, se digna habitar, encerrada aquí, estas ciegas cavernas? ¿Qué dios del cielo aguanta vivir en la tierra, dominando todos los secretos del eterno curso de las cosas y sabedor de lo que va a ocurrir en el mundo, y está dispuesto a revelarse a las
naciones, soportando el contacto de los hombres, grande y poderoso como es, ya sea que vaticine el destino, o ya que se convierta en destino lo que él ordena en sus vaticinios?
Tal vez una parte importante de la totalidad de Júpiter, metida dentro del mundo para regirlo, y que sostiene en equilibrio el orbe en el espacio vacío, sale por los antros de Cirra y se inhala allí, pero en unión estrecha con el Tonante del cielo. Cuando esta deidad ha encontrado cobijo en el pecho de la doncella, sacudiendo su aliento humano, lo convierte en sonidos y desata la boca de la profetisa, tal como el cráter siciliano se agita en oleaje cuando las llamas presionan al Etna, o como, entre rugidos, derrite las rocas de Campania Tifeo,  enterrado bajo la eterna mole de Inarime.
Esta divinidad, que está al alcance de todos y a nadie dice que no, sólo se retrae, sin embargo, ante el pecado de la violencia humana. No se formulan allí votos malditos en clandestino susurro, pues, al hacer vaticinios seguros y que nadie puede cambiar, impide a los mortales cualquier deseo; benevolente para con los justos, a menudo concedió asentamiento a quienes abandonaban ciudades enteras, como a los tirios, procuró a otros el modo de repeler las amenazas de la guerra, como lo recuerda el mar de Salamina, hizo desaparecer los enojos de una tierra estéril, señalando el fin de su mal, y disipó un aire pestilente.  No están privadas nuestras generaciones de ningún don de los dioses más importante que el que perdieron con el enmudecimiento del santuario de Delfos, desde que los reyes tuvieron miedo al porvenir e impidieron hablar a los dioses. Y no se duelen las profetisas de Cirra porque se les haya negado la voz: disfrutan de la suspensión de actividades en el templo. Pues, si el dios penetra en el pecho de alguna, la muerte prematura es el castigo o la recompensa de haber acogido a la divinidad; en efecto, con la conmoción y el oleaje del delirio, la armazón humana se tambalea y los sacudimientos de los dioses resquebrajan las vidas quebradizas. Apio, escudriñador hasta el fondo del destino de Italia, rompe la inmovilidad tan prolongada de los trípodes y los silencios de la vasta roca. "



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