Los bandidos de Río Frío (fragmento) "Los valentones de Tepetlaxtoc no quedaron muy contentos de la conducta de Evaristo en el ataque que sufrieron por las fuerzas del coronel Baninelli. Decían en la pulquería del pueblo que era una gallina, un collón, un sinvergüenza, que se había huido en cuanto vio las capas amarillas, que si él como capitán que era de la cuadrilla, se hubiese puesto a la cabeza de ellos, se habrían zumbado redonda a la caballería de línea y hasta cogido preso al coronel. De los indios enmascarados decían blasfemia y media. Evaristo, añadían, no se había portado bien dejando abandonadas a esa gente para que se las comieran los zopilotes: repetían que a lo mejor se había rajado, y se proponían, cuando viniese Evaristo al pueblo, convidarlo a tomar pulque y buscarle camorra, provocarlo y pelearse con él para saber, si cara a cara y hombre a hombre, era capaz de sostenerse y si no se iría para atrás como un gallina. Evaristo, no obstante esta mala disposición de la gente de Tepetlaxtoc, se presentó en el pueblo y les dijo: -Ya saben que soy Capitán de rurales, pero quiero que seamos amigos y compas hasta la pared de enfrente; conque vénganse conmigo con sus armas y caballo, ya nos dará el gobierno nuestro sueldo y veremos después cómo arreglamos nuestro modo de vivir. Conque ¿qué tienen que contestar? -Pues compas y nada más -respondieron los valentones y se estrecharon y sacudieron las manos sucias y callosas. Y la compañía de brutales para custodiar el camino de Veracruz quedó formada. Evaristo tuvo la audacia de ir a México, y con el nombramiento provisional de Baninelli y las instrucciones que le había dado se presentó a la comandancia, y en menos de una semana arregló cuanto era necesario y volvió con su despacho de capitán y la orden para que le abonaran las aduanas de Texcoco y Chalco haberes para veinticinco hombres a un peso diario cada uno. Con todo y esto, los vecinos honrados de Texcoco, de Chalco y de Tepetlaxtoc, y aun el mismo administrador de la Blanca, que lo había recomendado, fueron atando cabos y casi no tuvieron duda de que Evaristo no era extraño a los acontecimientos de Río Frío. " epdlp.com |